
Es fácil sentirse así.
Tus ideas marcianas, tus aterradoras fantasías, lo que hierve dentro de ti; debes de ser el único recipiente de todo ello, es demasiado extraño.
Además, da mucho miedo. No sólo saberte poseedor de esos pensamientos y esos sentimientos sino enfrentarte a la posibilidad de tener que compartirlos, y exponerte al gran monstruo: el juicio.
El choque de tus impulsos y de tus oscuros secretos con el resto del mundo, con tu familia, tu pareja, tus amigos, tu entorno.
Mejor mantenerlo en secreto, mejor sentirse aislado y solo, porque al menos tus rarezas morirán contigo.
Parece un plan sin fisuras, excepto por un minúsculo detalle: tu felicidad.
Va a ser difícil de construir, siendo un extraño marciano.
Así que pongámosle el plural a todo esto: marcianos.
Esa es la solución: Hablar de marcianos, reunidos, en terapia.
Terapia de grupo ¿Funciona?
Foulkes, Moreno, Yalom y otros muchos autores se propusieron descubrirlo hace muchos años. Y yo me apunto.
El sentirse distinto, feo y rechazable por dentro es una sensación muy limitante, hasta que te das cuenta de que todos los que están sentados en círculo están pasando por experiencias que se parecen.
La universalidad de las desgracias las vive la persona con mucho alivio: esto que me pasa le pasa al hombre que tengo frente a mí, a la mujer de mi derecha, al jubilado de mi izquierda.
El poder de contar y comprender
Explicarnos lo que nos pasa no tiene precio; el ser humano ha odiado siempre la incertidumbre, la angustia del no saber.
Poner cada uno las palabras que necesita el otro, es empezar a sanar: Aportar información, entender la situación de cada uno gracias al testimonio de los demás.
Y cuando cuentas tu historia y ves cómo se comparte y cómo se entiende, y alguien se da cuenta de algo y respira aliviado, ese pequeño impulso, esa pequeña ayuda… Te ves capaz de aportar, de ser útil, de contribuir a la mejoría de otro como tú.
De pronto el grupo se convierte en el ambiente familiar que necesitas, en el escenario donde por fin puedes corregir y explorar nuevas alternativas; no pudiste antes, por mil y una razones, pero ahora tienes otra oportunidad. De decidir de nuevo, de correr riesgos y abrazar la responsabilidad de ser quién eres… y de quien puedes ser. ¡De expresarlo!
Infunde un torrente de esperanza, ver todo esto en acción, sentirte parte de ello.
No es casualidad que vengamos al mundo con todas las herramientas de socialización listas, pulidas y afiladas. A los pocos meses ya estamos sonriendo, imitando, aprendiendo de los demás.
No es posible concebir un Yo sin un Tú.
En un grupo, el aprendizaje interpersonal reformula relaciones, moldea las ideas del “Yo” de cada uno.
El proceso es tan turbulento como necesario; así suelen ser las cosas que merecen la pena.
Sentirse escuchado, saberse entendido, notarse acompañado: Hablar en plural funciona.
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