Leire duerme mal esa noche.

No consigue quitarse de la cabeza la conversación del día anterior con las nuevas amigas de su hermana. ¿Por qué había tenido que sacar aquel tema? Había avergonzado a su hermana, seguro. Y las chicas le habían mirado con una mezcla de displicencia y compasión, y ahora estarían criticándola a sus espaldas. Seguro. Y harían bien; al fin y al cabo, Leire es un desastre.

Se despierta de un salto porque no soporta que las etiquetas de las velas estén mirando a la ventana; tiene que cambiarlas de sitio.

Intenta relajarse escuchando música, pero descubre que hay un par de versos que no riman bien en una de sus canciones favoritas.

Después de un minuto de llamarse pesada a sí misma, le escribe un tweet a la artista, y recibe su respuesta unos días más tarde:

“Lo siento Leire: me gustaba cómo sonaba, no puedo cambiar los versos. Me gustan así.” – Taylor Swift.

Leire aprieta los puños y los dientes. No la soporta ni Taylor, y Taylor es un amor de persona con sus fans.

El Bloqueo: Cuando la Inspiración no Llega

Después de unas cuantas vueltas a la cabeza y un golpeteo con los pies (su tic nervioso de confianza), Leire por fin se sienta frente al ordenador.

Tiene mucho que hacer, el trabajo se le acumula, hay mucho que buscar en internet, estudiar y escribir.
Pero la página sigue en blanco.

No hay mágica inspiración, no hay momento de epifanía: nada.

La Lucha Interior: El Miedo a no Alcanzar la Perfección

No sale nada, y Lilly empieza a morderse las uñas; nota cómo va apareciendo la sombra que tiene detrás. Es una vieja conocida, y como siempre le acompaña. Está ya muy bien definida.
Una especie de niebla negra, con forma humana, y el rostro de ella misma.
Como otra Leire, pero más oscura y menos compasiva: le aprieta, le exige, le obliga.

Si lo que sale de ella no es digno de la mayor excelencia, la sombra le impide compartirlo. El agarre se intensifica, y los argumentos que le susurra son siempre los mismos:

“Si no vas a hacerlo bien, ¿por qué hacerlo siquiera?”
“Lo que estás escribiendo no es igual de bueno que esto otro, o que lo que escribiste ayer. Bórralo.”
“El otro día no les caíste bien, así que mejor apártate de ellas: si no vas a dar buena impresión, ¿para qué molestarte?”
“O te quieren todos como amiga, o es mejor estar sola. Así que o te pones la máscara y finges que eres ideal para cada uno, o te quedas en casa”.
“Ya sabemos cuál es el ideal de excelencia de Mamá: tienes que reflejarlo en todo lo que hagas. Las notas, las relaciones, lo que quieras crear, el trabajo que tengas que hacer.”
“O sale perfecto o no sale”.
“Y seamos sinceras, eres un desastre. Quizá mejor no hacer nada; no llegamos a la excelencia, pero al menos podemos decir que es porque aún no lo hemos intentado.”

Es un buen argumento.

Aprender a Convivir con mi otro “yo”: La Clave para Superar el Autosabotaje

Esto es lo que se dice Leire, pero… y tú, ¿Cuántas oportunidades has perdido por culpa de ti mismo?

La sombra que tenemos detrás, el otro “yo” que nos supervisa… ¿cuánto daño nos hace, cuánto tiempo nos mantiene aplastados?

Vivimos con él, así que más nos vale conocerle, entenderle y regularle. Es parte de nosotros, no podemos borrarle del mapa.

Podemos tomar conciencia de él (o ella), podemos descubrir el porqué de tanto autosabotaje, de dónde sale, de qué manera.

Podemos mirarle sin juicio e ir poco a poco regulando el gigantesco peso emocional que supone.

Eso es lo que se hace en terapia, cada día. Mirar, conocer, entender, gestionar, crecer.
A Leire le está cambiando la vida: ¿y a ti?

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