Durante la Segunda Guerra Mundial, los aliados se planteaban exactamente eso.

La Luftwaffe demostraba en cada combate aéreo una superioridad técnica clara, y contaba con una flota mejor diseñada. Los aviones Spitfire británicos volaban siempre en desventaja, y pocos pilotos volvían a casa.

Los que volvían eran analizados, y se registraba el daño que había sufrido su avión. La idea de los aliados era reforzar el fuselaje en las partes más dañadas, donde más frecuentemente alcanzaban las balas alemanas.

El estudio llegó a manos del matemático Abraham Wald, que le dio la vuelta completamente. Los aviones que estudiamos son los que han podido volver, así que el daño no ha sido suficiente para derribarlos.

¿Qué hay de los caídos?

Nació, pues, en 1940, el Sesgo del Superviviente, que se cuenta entre uno de los múltiples sesgos de confirmación que existen.

El concepto de alienar e ignorar grupos enteros de datos nunca nos ha resultado especialmente difícil, sobre todo si con ello conseguimos “demostrar” la deliciosa teoría a la que llevábamos dando forma desde el principio.

Requiere tiempo y esfuerzo, crear y moldear una buena teoría; es como un bebé, tienes que ocuparte de él, cuidarlo, criarlo, prestarle toda tu atención.

¿Qué pasa si de pronto alguien sugiere algo inesperado? Un día te das cuenta de que has pasado un par de detalles por alto… aquí hay un error de cálculo… ahí no encajan un par de afirmaciones…

Pero tu teoría es preciosa, tu teoría demostrada le vendría genial a medio mundo, todo funcionaría con mucha más suavidad si tu teoría funcionara…

Además, tú crees fervientemente en lo que estás proponiendo. Has ido demasiado lejos, has llegado hasta aquí; no es momento de ser flexible, no vas a dar tu brazo a torcer.

Lo que sí puedes hacer es… darle una vuelta a la información del estudio, y quizá… doblarla un poco. Quizá pintar algunas cosas con alguna tonalidad parecida, quizá esconder algún detalle por aquí detrás.

Como dice el refrán, si uno tortura los datos el tiempo suficiente, acabarán confesando cualquier cosa.

Sesgos en la industria y en la vida diaria

Esto pasa todos los días, pasa en nuestro cerebro y pasa en nuestras grandes empresas. Las ballenas de la industria farmacéutica son tan amigas de los sesgos de confirmación que se han adjudicado otro nuevo: el Sesgo de Publicación.

Ellas deciden qué estudios les gustan, qué estudios “demuestran” lo que ellas quieren que se demuestre. Todos los demás acaban desarrollando la molesta tendencia de desaparecer del mapa. Qué remedio.

Pero no hay siquiera que mirar a los gigantes para saber cómo funcionan los sesgos: tú y yo los tenemos muy interiorizados, y por ello somos víctimas de ellos.

Tu lóbulo frontal observa, analiza, interpreta. Todo ello se le da muy bien, y es una de las razones por las que la humanidad sigue viva. También es una de las razones por las que nos estresamos tanto y nos engañamos a nosotros mismos.

La rigidez de pensamiento

Nuestra tendencia natural es la de buscar información que confirme nuestras creencias y nuestra manera de ver el mundo. La rigidez de pensamiento está casi codificada en nuestras neuronas, porque todo lo que suponga la posibilidad de cambio supone también un inmenso peligro.

La manera en la que veo las cosas es mi manera, y me es muy familiar. Así funciono bien, aquí estoy cómodo, a este ambiente me he acostumbrado. Si de pronto empiezo a ver cosas distintas, detalles que no encajan y nuevas posibilidades, mi primera reacción será la de tener miedo.

¿Y si el cambio me duele?

Uno debe ser muy valiente para cuestionar, para ponerse a uno mismo en duda. Hay que haber hecho un trabajo previo de autoconsciencia, en el que se baja al sótano y se iluminan los recuerdos y las fobias, en el que se estudian los sesgos y se da cabida a lo que ignoramos a propósito cada día.

El valor del autoconocimiento

Ser consciente en vez de disociar, para poder ser valiente y abrazar el cambio. La cualidad necesaria para evolucionar y salir adelante es poder ser tan disciplinado como flexible, y desde luego, dedicarse a conocerse a uno mismo.

¿Tú te conoces? ¿Cuántas cajas has abierto en tu trastero?

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